Tu mirada se posa, por tan solo un segundo, en una memoria escondida tras las hojas del follaje. Tus ojos brillan, entonces, con el fulgor del oro. Luego te apagas, y tu mirada, cabizbaja, pasa de contemplativa a melancólica.
Son esos paréntesis cuando eres más hermosa. Tus dolores me duelen tanto que no puedo evitar llamarlos. Tus felicidades son tan sutiles que no puedo evitar llamar al contraste. Soy el que te atrapa en los bordes de un jardín gigante, sabiendo bien que no vas a saltar la valla. Diría que lo hago porque te quiero, porque es lo mejor para ti, porque solo así vas a lograr ser feliz, pero en el fondo sé que es mentira, que lo que quiero es ver esos pequeños momentos, en el borde de la miseria y la esperanza, que veo reflejados en tus ojos.
Sé que algún día te apagarás, como un barco que se hunde entre olas de sal, como una planta que, nacida en pavimento, es aplastada por las ruedas de un auto que pasa, que nunca supo que existía. Hay belleza en ello, hay belleza en todo. Y yo no soy el artista, soy el critico que monta la exposición.